Cielo

Hay un costado muy perverso en la felicidad de las relaciones: nunca sabes cuando estás en el pico, en el punto exacto donde la plenitud alcanza un tope. Suena paradójico, pero el largo proceso de desgaste es de alguna manera vertiginoso. En un momento estás planeando el día perfecto y tiempo después se te enfría el café pensando en aquellos días felices, en qué carajo pasó para que ahora sean solo recuerdos.

¿Cuál es el último mejor día de una pareja? ¿Cuál es la última gran salida de un grupo de amigos?

Me angustia mucho pensar en eso. La psicóloga me dice que soy muy ansioso. Ja, boluda, chocolate por la noticia. Ahora contame uno de gallegos. Tomá, dibujate algo, me dice, mientras me da un cuaderno y una lapicera. No sé dibujar, le digo. No importa, hacé algo, lo que se te ocurra, algo que te guste.

Hago una línea despareja que debería ser un piso. Se lo devuelvo.

¿Qué carajo es eso?
Un suelo.
¿Y por qué te gusta?
Porque arriba está el cielo.
¿Y qué tiene eso?
Que no se termina más.

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