Respiro

Hay una cinta blanca que uso para atar las cortinas cuando dejo la ventana del balcón abierta y que ahora se estira, condenada, tratando de alcanzar nuestros pies. Es el mismo viento suave que la expulsa el que nos alivia, nos da un respiro ante una distancia que se volvió invisible, que ya no existe.

En la tele hay una serie dramática, pero podría ser cualquier cosa: una de esas películas rídiculas en la que Eddie Murphy interpreta todos los personajes, un resumen de la fecha de ESPN o una novela de Suar. O la nada misma. Podríamos ver un cuadro o una pared en blanco. No me importa. Al final todo es una excusa.

Un vecino avisa en el grupo que el Sandero blanco de la puerta tiene la ventanilla del conductor abierta. Alguna vez iba a pasar. Bajé con cosas en la mano pensando en otras, lejanas, mucho más felices. No me culpo ni me arrepiento. Por protocolo, voy a revisar los daños, aunque pueda alzar el cristal desde lejos, con la alarma. Otro golpe de suerte: no me falta nada. De arriba del auto tampoco.

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